Se desvanecían los instantes eternos, la magnitud de tus movimientos era incierta y tus silencios menos tiernos, el pulso de tus palabras cada vez se sentía menos, no había mayor daño que la soledad hasta que necesité la aprobación de tus manos.
las risas se quedaron sin eco, los planes sin tiempo, peticiones con mudas e invisibles respuestas y tus intentos menos fieros.
incluso mis desaires, enojos, mentiras y las veces que maldecía eran muchas veces mas reales que lo que tu pretendías.
domingo, 21 de junio de 2015
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