Mientras caminaba pensando en el tiempo sin sentido, rozando la desesperación, pero aún aguardando que la moribunda esperanza de un último suspiro, me ha tocado la sombra del antiguo conocido, un pasado sin anhelo, la curva del sendero de los muertos.
Esa idea de saborear la verdad, aquella que esta oculta entre magia y soledad, entre sueño y melancolía. Sabía que las sombras no eran un engaño de mis ojos, por que las presencias dentro del silencio no se pueden ignorar, decidí abrir hasta lo más profundo de mi tejido físico y emocional, me topé con una imparable ráfaga de sensaciones flotando por el aire, inhalando emociones encerradas en la intemperie, olvidadas en la incertidumbre y que se pierden dando preferencia a prioridades ajenas.
Las luces también parpadean, alternando intensidad, se presentan dentro de distintos espectros que no alcanzó a comprobar, pero los ojos de los perros no saben disimular y cuando beso a los cráneos en mis sueños, miró arriba y no alcanzó a ver un cielo celestial, dentro del paseo en mi mirada se pierde el final de su figura.
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