Y es que descubrí un anhelo que nunca se fue, desde pequeño,
tenía tantas ganas de enamorarme, de encontrar la situación y el momento, la persona
y el alma con la capacidad de enternecerme profundamente, una ternura que envidé
ferozmente cada veía, escuchaba o leía algo similar.
Aceptar que lo necesito aun ahora es tremendamente difícil,
es doloroso, pues hay días en que siento que me quedo sin tiempo, que parece
que mi cuerpo se disuelve en el paso de los días, he perdido fuerza y ni hablar
de la paciencia.
Cada salto en este momento me parece crítico, siempre odie
la permanencia, la idea definitiva, el aceptar algo de por vida. Por esa razón tal
vez necesito liberarme de todo lo que hoy me pudiera hacer sentir comprometido,
correr como nunca he corrido, deseo cada día perder el miedo, pero me quedo
quieto, creí como fiel, en que el tiempo todo lo calma, pero ahora he aprendido
a cuestionar severamente la calma pues no resultando tan pacifica como me fue
prometido. Llevo mucho tiempo hurgando en mi interior y es que a veces extraño
el caos que me daba razones, la fuerza del impulso de mis pasiones. Extraño mucho
la falta angustia que sentía por el futuro, la inconciencia para ignorar lo
advertido, y la fortaleza para despedazar el porvenir aún más crudo.
Y esta noche sé que para conseguir un poco de fuerza y tratar
de ver mayor sentido a la existencia debo romper todo y salir a buscar de forma
desesperada y aterradora un suspiro y un aliento, un poco de aquella sensación que
me hacía despertar encantado. Recordando las palabras de mi amigo creo que la reencarnación
no me encana como opción pues también cuestiono que podría ser el anhelo de un placer
ilusorio.