Mientras miraba las marcas que dejaba el agitado mar en la
playa, la arena arañada, recordé, como estoy viviendo. Como estoy aferrado a
las paredes del abismo, abismo de pieles, voces y respiraciones de amantes,
nuevos y antiguos, antiguos que parecen destinos y nuevos que resultan
promesas, para no caer en el pozo del amor ridículo y los suicidios.
Soy eso y soy aquello, unos días la inminente-atroz verdad y
otros la trémula- alegre mentira, por horas solo lo gris entre los verdaderos
instantes que guardamos en el interior quemado, los cuestionamientos comienzan
a ser pasajeros mientras me convierto en
un efímero momento, pues me he vuelto un recuento, el ciclo de lo eterno y es
que para los vampiros es más fácil seguir viviendo que aceptar morir y nacer,
siguiendo.
Pues ya no sé qué tan bueno es retar al destino y decir que
ya no puedo perder, algo o nada, algo lo poco que aprecio, nada a lo que me
aferro.
Se ha presentado una nueva batalla entre el final y el
fuego, entre la oscuridad que da paz y la oscuridad que me deja sin miedo, uno
al frente y otro detrás, empujando y presionando, aclamando por ser elegidos y
es que una vez muerto no podre ver arder el mundo, pero una vez perdido el
miedo entre las llamas ya no apreciare más que lo consumido.